30 de març 2019

Puerto Rico. Batalla por el paraíso.

Puerto Rico. Batalla por el paraíso.
Es el nombre de un libro de la activista canadiense Naomi Klein. Los efectos del capitalismo financiero sobre la bellísima isla después del doble shock del 2017. La quiebra económica y el demoledor huracán María.
Pero esta batalla viene de antiguo. Los españoles ocuparon Puerto Rico y masacraron a los indígenas. Las otras potencias lo saquearon a menudo y  Estados Unidos se lo quedó con todas las colonias que le quedaban al decrépito imperio español.
Cuba se independizó con guerrillas nacionalistas y revolución. A Filipinas la ocupó Japón, una potencia rival, pero Puerto Rico sigue siendo una colonia. Legalmente su destino depende del Congreso USA y sus residentes no pueden elegir al Presidente aunque pueden trasladarse a Estados Unidos. Es lo que habían hecho los del gang de West Side Story. La adaptación de Romeo y Julieta a las luchas de dos grupos de jóvenes en New York.
Al ser PR un estado libre asociado, una colonia para entendernos, no tiene la cobertura a emergencias que da el gobierno federal. Tampoco la situación es la misma en pensiones o sanidad. Los impuestos de riqueza y sociedades son mucho más bajos y esto hace a PR atractivo como residencia para los ricos.
La suma de todo hace que las opciones actuales, conversión en el estado 51 o status quo, estén muy repartidas. La independencia ahora es una opción minoritaria por varios motivos entre los que hay la desaparición del alistamiento obligatorio para las guerras de USA, las dificultades para un desarrollo económico independiente de los países pequeños de la zona y la continuidad de la cultura local, incluyendo el castellano.
Se han hecho varios referendums pero no valen. La decisión es del Congreso USA. Los republicanos no quieren cambios. Les vale un paraíso fiscal con poco coste para los ricos a los que se deben. Los portorriqueños votan demócrata cuando pueden votar. Como ejemplo Alexandria Ocasio-Cortez, la congresista más joven de la historia y estrella de la nueva izquierda. Frente al Congreso de la isla hay estatuas de los Presidentes que la han visitado desde la Primera Guerra Mundial. Todos demócratas. Trump tuvo que ir cuando se conocieron los daños del huracán María. Visita breve que incluyó un lanzamiento masivo de rollos de papel higiénico desde su helicóptero.
Ya en 2013 se decía que PR tenía los mismos problemas de Grecia. Ambos endeudados, con mucho paro y sin poder devaluar una divisa que no controlaban. En 2016 la deuda era del 103% y el déficit del 3.2% del PIB. Más o menos como España. Es el estado más pobre de USA y su sueldo mínimo, más o menos la mitad que en el resto del país. Un 41% de la población está por debajo del límite de pobreza, aunque este concepto no tiene nada que ver con lo aplicable a Haití. El huracán María ha sido el peor de los últimos 100 años, con ráfagas de más de 300 km/h. Se empezó hablando de 16 muertos y ahora se discute entre 2.600 y 3.300. Partes de la isla tardaron 190 días en tener electricidad.
Para algunos no hay mal que por bien no venga. Es la terapia del shock para forzar cambios en las sociedades neoliberales. Se ha pagado poco de los fondos de reconstrucción y Trump los quiere reducir. El objetivo es forzar la emigración fuera de la isla y comprar a bajo precio terrenos y edificios derruidos.
Convertir la isla de clima ideal en un paraíso para ricos que pagarán pocos impuestos. Las plusvalías están en el suelo urbano y en las playas. Muchos de los problemas y resistencias recuerdan España. Ada Colau ha escrito la contraportada del libro de Klein junto con la alcaldesa de San Juan.
Los que no han marchado, viven del turismo. San Juan, la capital es el puerto de cruceros más importante del Caribe. Cada día miles de cruceristas pasean y gastan en el Viejo San Juan. Era el primer puerto para los barcos españoles atravesando el Atlántico y objetivo de piratas, ingleses, franceses y holandeses. Lo recuerdan varias fortalezas y tiendas que cierran cuando marcha el último crucero y las antiguas calles quedan vacías.
Hemos llegado a Puerto Rico desde Dominicana en un ferry de bandera griega. Cada día hace el trayecto alternando sentido y la mayoría del pasaje es dominicano con mucho equipaje. Entrar en PR tiene las mismas dificultades que en USA. Hay que solicitar la ESTA, equivalente a un visado. Pagar y esperar que se conceda. Después numerosos trámites y preguntas antes de abordar y desembarcar. Invertir 1.3 M$ da la residencia en USA. El muro sólo existe para los pobres.
Después de un día de pasear todo el Viejo San Juan, el bus que regresa al barrio de Santurce en que nos alojamos se paga en monedas y sólo tenemos billetes. Nos ayudan una antigua cantante portoriqueña y una emigrante dominicana y en la charla comprobamos que sus vidas siguen los problemas de la isla.
Otro mundo es el de los trabajadores del restaurante "La Casona". El dueño, gallego, nos da pistas de antiguos familiares de hace tres generaciones. El camarero catalán nos pregunta por Barcelona y el gaditano canta una chirigota. Un par de buenas librerías y sugerencias. Para los autores jóvenes es recurrente el tema de marchar y volver. USA, Cuba y Dominicana. Privilegios de cultura compartida en un país con algunos problemas similares a los nuestros.
Alquilamos un coche para ir a la reserva nacional del Yunque, una selva en las montañas centrales. La mayoría de los senderos están cerrados después del María pero queda uno que nos permite llegar al punto más alto con vista a Caribe y Atlántico. Después playa. Luquillo tiene 60 puestos de comidas y una enorme playa de libre acceso. Las playas cercanas a la capital las ocupan resorts, hoteles y bloques de apartamentos en plena fiebre constructora.
La ciudad reproduce las características de las ciudades USA. Solares y edificios degradados y modernos espacios residenciales semi cerrados. Poco respeto al espacio público excepto en las zonas turísticas. Primacía del vehículo privado con tímidas apariciones de carriles bici y bus. Mayor seguridad de la que se deduce de la desaparición de los peatones al anochecer.
Ferry de vuelta a Santo Domingo. Los mismos camareros y marineros. Descansan el día en que no hay ruta y nuestro amigo haitiano está contento porque mañana libra y porque hemos hablado bien de su país.
En Santo Domingo, Colón está muy presente. En su catedral se encontraron unos huesos que quizá eran suyos. El edificio más antiguo fue la residencia de su hijo. En Haití está la presunta ancla de la Santa María, su nave.
Los edificios antiguos son instituciones culturales dominicanas. Academia de Ciencias, Sociedad Bibliográfica. Hay una amplia lista de entidades participantes y sorprende la falta de contacto con alguna entidad española. España se vive como algo lejano y áspero. Lo cercano son los gallegos, canarios, catalanes, amigos conocidos, Serrat, Sabina...
Diario libre tiene dos noticias importantes. El Barça está en pleitos contra un promotor local del deporte que utilizaba el nombre de la entidad. El tema trae cola porque era muy popular. El beisbol es lider por la cercanía a USA, pero el futbol crece.
El Presidente de RD, dos días después de ir a ver a Trump a Florida, recibe a un Vicepresidente de China. 
A Trump le pedía una rebaja arancelaria para la exportación de acero a Puerto Rico. Poder exportar botas para los militares de USA. Quitar la calificación de país peligroso a la RD para que vuelva el turismo.
Encontramos en el restaurante a la delegación China. Trump puede hacer daño, pero su batalla comercial a la larga está perdida. Los chinos deben estar más preocupados por el grupo de diez indios que iban en nuestro autobús cuando volvimos de Haití.
El taxista nos habla de su hijo, yesero, que se marchó de Haití en los conflictos de febrero y ahora trabaja en la construcción de un hotel.
Últimas horas en Santo Domingo. Último sancocho en un restaurante. Última librería y arenga del librero sobre Juan Bosch en su lucha con Trujillo. Último periódico con noticias sombrías de Haiti en portada. Último museo en un caserón con imágenes de conquistadores y piratas. Última cerveza y merengue en un colmado callejero. Pero no te vas nunca de un sitio que vives como tu casa.


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